Conquistar a la exigente grada del Santiago Bernabéu es algo tan fácil como difícil, una paradoja que conocen bien los más grandes jugadores del planeta, lso mejores futbolistas de la historia que, habiendo pasado por el coliseo vikingo, no se han librado nunca de la más férrea exigencia, el más implacable castigo y también de la más preciada y agradecida ovación. Porque Chamartín es un estadio que solicita laureles para respirar, una forma de vida a la que le condena no haber conocido otra. Lo que muchos perciben, en ocasiones, como injusticia, no es sino una honra a su propia historia. El Bernabéu agradece el esfuerzo pero este debe ser únicamente un camino hacia el verdadero objetivo: la victoria.
Primer año difícil
Haciendo frente a las dificultades lógicas de toda adaptación, a Luka Modric le tocó ponerse el mono de trabajo y empezar su particular camino, no ya sólo en el Real Madrid, sino también en su historia, única forma de entender las cosas que tienen los jugadores con ambición, aquellos que saltando al terreno de juego, se convierten en sus más duros jueces, en sus más severos críticos y también en sus más fervientes puntos de autoexigencia. Tablas todas ellas que salvaron a Luka Modric de naufragar en los vaivenes de la crítica exacerbada tan adherida al Bernabéu como el blanco de su zamarra.
Tras una primera campaña difícil, Modric aceptó el desafío de ofrecer lo mejor de sí mismo
Como todos los principios, el de Modric en elMadrid no fue sencillo. La ausencia de pretemporada, las prisas de un club en perpetua persecución de la gloria y el inminente arranque de la competición, evidenciaban las carencias del que llega a última hora, sin tiempo, sin preparación; algo que no deseperó en absoluto al jugador croata. Cincuenta y tres partidos, cuatro goles y ocho asistencias se convertían en su particular carta de presentación a la conclusión nueve meses después, la primera campaña, una toma de contacto necesaria para entender la realidad del Real Madrid, y un desafío que Luka aceptó de cara a ofrecer lo mejor de sí mismo, su verdadera esencia y el cúmulo de motivos que habían llevado a José Mourinho a solicitar su fichaje.
Segunda campaña de diversión
Y su momento llegó. El inicio de la temporada 2013/14 arrancaba con cambios en el banquillo pero la calidad de Modric no era objeto de duda para Carlo Ancelottiy curiosamente, tampoco para el Bernabéu, que no habiá escatimado esta vez en un recurso de muy difícil hallazgo entre sus aficionados: la paciencia. El desarrollo de la siguiente campaña como madridista exhibió al mejor Luka Modric, un jugador con una visión de juego privilegiada, una calidad técnica sólo al alcance de los magos del balón y ese sexto sentido que pocos futbolistas poseen para mover el cuero por huecos imposibles, para trazar caminos imaginarios que se convierten en sólidas realidades y para ratificarse en una faceta que ya le había consolidado: la del disparo lejano. Y es que si su técnica le daba para driblar, fintar, centrar y efectuar ese toque sutil que sirve para planear sobre mil obstáculos, su fortísimo disparo lo hace para desatacar defensas rocosas, enviando balones envenenados que también por tierra o por aire, sólo tienen como objetivo colarse en los dominios de la meta rival.
El Bernabéu tiene con Modric una sentencia más que dictada porque además de títulos, el croata conquistó el corazón del madridismo
Los dientes apretados de Modric en su primera campaña, luchando contra el mundo, se convertían en la sonrisa del que se divierte haciendo lo que más le gusta en su segundo año: travesuras sobre el terreno de juego en la particular conquista del mundo futbolístico. La consecueción de la Décima Champions League para el Real Madrid, no sólo eleva a Luka Modric, junto al resto del equipo, a los altares de la leyenda blanca, sino que de algún modo es también el punto de partida sobre el que se extienda un año más de contrato -como mínimo- para el croata. El Santiago Bernabéu tiene en Luka Modric una sentencia más que dictada porque más allá de títulos, el croata conquistó también el corazón del madridismo con su entrega, con su lucha sienciosa, demostrando que los gritos más válidos son los que van adheridos al impacto de un balón; que la mejor forma de esquivar una crítica dañina es un dribling sobre el tapete y que las bocas de ligero prejuicio se cierran con el impacto de la pelota estampándose contra la malla rival.
Luka Modric, hasta 2018
Modric se dejaba en Lisboa la característica melena rubia que le ha visto gambetear por los estadios de medio mundo en el trazado de esas jugadas de fantasía pero, a diferencia de lo que aconteciese a Sansón, Luka luchará por demostrar que su fuerza no estaba en una de sus marcas de identidad física, sino en esa perseverancia y tenacidad que le han convertido en un ídolo más del madridismo y que le permitirá disfrutar de un año más como futbolista blanco. El croata firmaba una renovación con un significado implícito, más allá de la satisfacción mútua entre jugador, club y afición: el silencio ha sido, para Luka Modric, la forma más efectiva de reivindicarse.
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