Tras once meses sin derrotar a los guardianes de las metas rivales con la elástica deArgentina, las críticas amenazaban con derrumbarse sobre la figura de Gonzalo Higuaín, sepultando a un futbolista único, poseedor de una extraordinaria calidad pero con la sempiterna losa de la exigencia colgando sobre su cabeza como particular espada de Damocles. Y es que la carrera del Pipita ha sido una continua petición de más, una lucha contra los elementos, contra los rivales y contra las circunstancias. Una batalla contra sí mismo, consigo mismo como aliado.
Luchador inagotable, cada paso del argentino sobre un terreno de juego se convertía en un grito mudo de rabia acumulada, de queja ante la crítica absurda, voraz, la que han librado desde diferentes frentes algunas voces temerarias, decididas a no facilitar el avance en un camino ya de por sí complicado. Corresponder al peso que supone ser portador del número '9' en una selección histórica comoArgentina no es un desafío al alcance de demasiados pero sí fue uno de los que en su día aceptó Higuaín, provocando ello el correspondiente enfado del por aquel entonces seleccionador francés, que esperaba ver a Gonzalo en filas de les Bleus; cabe recordar aquí que Higuaínnació en París y a los 10 meses se marchó a Argentina, donde el ambiente del fútbol sencillo y de barrio que se respira en la tierra del tango y el fútbol, le atrapó nada más poner un pie en su suelo, obteniendo de él una muda promesa de fidelidad y responsabilidad para con la albiceleste.
Una promesa a Argentina
El Mundial como altavoz
Y entonces Higuaín escogió un escenario de ensueño para dar rienda suelta su 'yo', para responder de nuevo a esas palabras devoradoras que cuestionan siempre todo: unMundial, ataviado con la armadura albiceleste y la lucha infructuosa de los suyos, buscando un lugar en las semifinales, enfrentándose a sus demonios y tratando de tumbar a esa frontera imaginaria que durante dos citas planetarias consecutivas se habían erigido en el particular límite argentino. Higuaín se vistió de héroe y mató de un plumazo los argumentos en su contra; los once meses en blanco, los cuestionamientos sin sentido, los dardos envenenados: su gol ante Bélgica le daba a la albiceleste el pase esa ronda desde la que ya se atisba la final, desde la que se vislumbra el cetro, desde el que se imagina la suavidad del tronos, su comodidad.
No obstante, la paradoja que se da en toda gran competición se cumple aquí también: cuanto más cerca está un trofeo, más lejos parece también. Es mucho el camino recorrido porArgentina pero también es mayúscula la dificultad que queda por delante, retos ante los que no hay garantías; o quizás así: Argentinatiene garantizada la lucha sin cuartel, la capacidad de abstraerse del mundo y aunar todo sentimiento a una fe inquebrantable en sí mismo; una perseverancia sin descanso y una calidad, posesión sólo de aquellos jugadores tocados por una varita mágica. Gonzalo Higuaín es dueño y señor de todo eso. A la grandeza de los anhelos de ese niño argentino, que no nació en las calles de Buenos Aires pero sí se enamoró de ellas cuando la ciudad de la luz le vio partir, le queda por delante lo más grande: el Mundial de fútbol de selecciones.
Un lugar en la historia
La posible conquista por parte de Argentinaserá para Gonzalo Higuaín mucho más que un suspiro de alivio para quien es exigido en un camino que lleva ya varios años concediendo insatisfacciones, la férrea obligación con su propia historia. Para el Pipita, el sueño será un golpe sobre de autoridad, ese grito desgarrado del que, con los escombros de sus sueños, reconstruye una y otra vez sus propias esperanzas.
Logre lo que logre su selección y con ella, el propio Higuaín, el argentino sabe bien del probable renacimiento de esas voces críticas que aprovechan la adversidad para golpear donde más duele, tratando de lastrar aún más la capacidad de quien, sin embargo, nunca se rendirá ni sucumbirá a los vacuos argumentos. De lo constructivo, el Pipita hará peldaños de trabajo hacia la superación constante; de lo destructivo, cenizas sobre las que caminar para endurecerse, para inmunizarse y para eternizarse en una historia de la que quiere formar parte a base de perseverancia.
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