domingo, 30 de noviembre de 2014

El momento de Gareth Bale (2013/14)


"Nunca te rindas, trabaja duro y siempre esfuérzate para tener éxito". Estas palabras de Gareth Bale bien podrían definir lo que fue su carrera por la banda izquierda de Mestalla en la persecución de ese ultimo gol, con apenas seis minutos de tiempo por delante, que hacía estallar de júbilo al madridismo. "Nunca te rindas". Y Bale volvió al terreno de juego tras el empujón de Bartra, que le mandaba más allá de la línea de cal. "Trabaja duro". Y la cabalgada continuó, imparable, cerrando el ángulo hasta el área defendida por Pinto, que aguardaba como el que ve a un expresso abalanzándose sobre él. "Esfuérzate para tener éxito". Y ya frente a su objetivo, la localización de un trazado imposible para enviar el cuero al fondo de la malla barcelonista. 1-2 con 84 minutos de tiempo disputado y la rabia contenida de quien se sabe blanco de juicios, a veces injustos.

39 partidos disputados, 20 goles anotados y 17 asistencias dadas -sólo su última temporada en el Tottenham mejora su media goleadora actual; la de asistencias, es la mejor de su carrera-. Los números ofrecen poco lugar a duda y se aúnan como aliados por una llamada que habrá de hacer frente a otro número no menos estratosférico. Según el Real Madrid, Gareth Bale costaba 91 millones; según el Tottenham, costaba 100. Sea cual sea la realidad, lo cierto es que la cantidad desembolsada por el jugador galés le convierte en uno de los futbolistas más caros de la historia y eso, sumado a la presión inherente que conlleva jugar en el Real Madrid, multiplica la presión hasta límites difíciles de sobrellevar. En contra del ex de los 'Spurs', además, la inexistencia de una pretemporada que le hicera llegar en el mejor estado de forma posible; la existencia de lesiones que minaron una y otra veaz su inicio en Chamartín y las continuas liberaciones de lenguas y plumas de difícil contención que ni siquiera aguardaron a lo prudencial para agravar el peso de la losa con la que ya carga Gareth Bale. 

La sombra de la reticencia


Bale aterrizaba en Chamartín tras un verano turbulento, de esos que acostumbra a ofrecer el Tottenham cuando un club se interesa por uno de sus grandes jugadores. Sucedió con Luka Modric y se repitió con Gareth Bale. Pocas posibilidades tenía Daniel Levy de retener a su gran estrella, toda vez que esta había manifestado su deseo expreso por partir hacia el Real Madrid y jugar, codo con codo, con su gran ídolo confeso: Cristiano Ronaldo. No obstante, elTottenham acostumbra a capitular ofreciendo batallas agotadoras, de un gran desgaste psicológico tanto para el club que pretende hacerse con sus más preciadas joyas como para el jugador que desea formalizar su salida en cuestión. Y esta vez no fue una excepción. Levy dilató el fichaje todo lo que pudo y algo más, ocasionando que el galés llegase al Bernabéu con la pretemporada ya cerrada y con la férrea necesidad de subir a un tren ya en marcha. Y lo hizo.

Las continuas lesiones sufridas a principio de temporada, no obstante, complicaron aún más su integración y prendieron la llama de esos recelos que hacían preguntarse al madridismo si había sido necesario y convieniente desembolsar una elevada cantidad de dinero por un jugador cuyo rendimiento en España estaba aún por ver y que, aparentemente se prolongaría en el tiempo. Porque el Madrides un club, por necesidad e histórica exigencia, no puede esperar a nadie.

El príncipe silencioso


Las dudas por lo que Bale podía llegar a ofrecer y por lo que no, pugnaban con lo que el galés había exhibido en la Premier League, una de las más potentes -si no la que más- Ligas del planeta, donde había sido nombrado, por dos temporadas consecutivas como el 'Mejor Jugador Joven', entre otros tantos reconocimientos. No era para menos: 203 partidos, 55 goles y 58 asistencias fueron el bagaje total de seis campañas con una evolución imparable.

Bale debutaba ante el Villarreal en la cuarta jornada de Liga y lo hacía con un gol que le servía a los suyos para arrancar un punto de El Madrigal en un encuentro que se complicó mucho más de lo esperado para los hombres de Carlo Ancelotti.Hasta tres jornadas más habrían de transcurrir para que el Bernabéu pudiera disfrutar de su flamante fichaje y lo haría ante un partido especial aunque con un resultado que no acompañaba: el Atlético de Madrid tumbaba la inexpugnabilidad del coliseo madridista para llevarse los tres puntos sin que niBale ni ningún otro jugador blanco lograse perforar la portería defendida porThibaut Courtois.

Respetando la jerarquía en el vestuario y su papel de recién llegado, Bale se limitó a trabajar


Y las críticas no cejaron en focalizar su objetivo sobre Bale, futbolista en el que estaban puetas todas las expectativas goleadoras y que no acababa de ofrecer sobre el campo aquello que ya había convertido en rutina en su anterior equipo. Respetando la jerarquía en el vestuario y su papel de recién llegado, Bale se limitó a continuar trabajando y, a trancas y barrancas en una temporada sin posibilidad de una correcta preparación, intentó tapar bocas con asistencias, con goles y con fogonazos de un talento extenuado en la lucha contra lo adverso, que no era poco.

El reflejo de Cristiano Ronaldo


Cuando el Real Madrid acometía el fichaje de Gareth Bale, lo hacía bajo la ensoñación de unas alas únicas e inigualables en el panorama futbolístico mundial. Que el galés iba a tener su sitio en el 'once' inicial era algo indudable y que incluso llegó a hacer cuestionarse su continuidad a jugadores como Ángel Di María o incluso a abandonar el club repentina e inesperadamente, como fue el caso deMesut Özil. Imaginar, por tanto, una zurda con Cristiano Ronado en trazados inacabables y una diestra con Gareth Bale en vuelos vertiginosos se había convertido en el anhelo de todo madridista y aficionado al fútbol. Las similitudes en el juego de los dos es, además, indiscutible, aunque para muchos el rol de uno y otro y esos aspectos que les asemejaban, acabarían por generar una confrontación de egos y una crispación en el vestuario del Real Madrid.


Pero Bale ha sabido en todo momento ubicar su rol en el vestuario y respetar la jerarquía de un jugador que ha de ser su espejo en todo. Los 94 millones de euros que en su momento amenazaron con lastrar el rendimiento de un jugador -Cristiano Ronaldo- que había destrozado marcas en el Manchester United,acabarían tambíen pulverizados ante los estratosféricos números alcanzaodos por el crack luso, historia viva ya del Real Madrid. Del galés no se esperaría menos pero, conciente de que si bien su calidad estaba encauzada a seguir el camino trazado por Cristiano, su papel le obligaba a relegarse en un plano secundario,Bale no ha hecho sino aceptarlo y trabajar en la construcción de su obra desde los cimientos, encargándose de recordarle al mundo que tiene muy clara cuál es su meta.

Su momento


Los goles y las asistencias han supuesto las piedras con las que construir su particular camino, con las que acallar bocas y críticas desmesuradas ante un jugador para el que todo ha sido crítica, exigencia y ni siquiera un mínimo margen de duda. No han sido pocos, de igual modo, quienes le han reclamado al galés su no determinación en momentos en los queCristiano Ronaldo no ha estado sobre un terreno de juego, algo que en esta temporada ha sucedido más hbitualmente de lo que los aficionados estaban acostumbrados a vivir. El mal partido en Dortmund fue un claro ejemplo de ello. Sin la figura del crack portugués, lsa miras estaban puestas en Bale, que no se diferenció del resto del equipo en un encuentron con poco fútbol para los 'merengues', con excesivo sufrimiento y que a día de hoy supone la única derrota que los blancos han sufrido en la presente campaña europea.

A pesar de todo, Bale, en la línea del resto del equipo, trató de sobreponerse al sobresalto de Dortmund y continuar ofreciendo los frutos de su rendimiento. "Le fichamos para partidos como este", decía Florentino Pérez a pocas horas de la final copera ante el FC Barcelona. De nuevo y a pesar de los esfuerzos por evitarlo, Cristiano Ronaldo volvía a quedarse fuera de tan importante choque y de forma inevitable, el foco volvió a centrarse en el futbolista galés, ansioso de dar con uno de esos momentos mágicos que el madridismo debía empezar a coleccionar para convertir la duda en esperanza y la reticencia en paciente fe.

Ocurrió de la mejor forma posible: en un final cuyo tiempo agonizaba, con empate en el marcador, con un rival lanzado a por su única tabla de salvación en una temporada de naufragios. Cabalgada por la banda izquierda, el reino de su ídolo, ausente sobre el terreno de juego y convertido en un manojo de nervios en la grada de Mestalla; como si de las más voraces críticas se tratase, Bartra trataba de apartarle de su trazado, de su meta, llegando, en parte, a conseguirlo. Pero aferrado a su fuerte voluntad de perseguir la senda establecida, el galés adelantaba el balón, entregándose a la fe en su velocidad, la cual le llevaba en bolandas a recueprar una posición que tenía perdida ante el zaguero culé y plantarse en los dominios del éxito para hacer estallar la gloria. Bale daba la Copa a los suyos en el que muchos definen ya como el tanto más importante de su carrera.

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